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Así nace y crece un gran proyecto llamado Esf

Por Mariano Molina

Llegué a Esf en 2004, reclutado, ¿cómo no?, por el inefable José Mari Arraiza. Nos conocíamos de la vida profesional, del sector eléctrico, él en la parte privada, yo en la pública. Esf era una propuesta interesante: aprovechar nuestras capacidades técnicas para ofrecerlas de manera solidaria a los que no disponían de energía. A sugerencia/orden de José Mari me integré en el grupo de Estudios que definitivamente casaba bien con mi perfil profesional. Fueron tiempos de trabajo fecundo y creativo, cuando nos hacíamos muchas preguntas sobre cuáles deberían ser los ejes de atención de la organización que estaba naciendo: ¿energía domiciliaria, energía para usos productivos o energía para los centros sociales y de servicios?; ¿a quién ayudar: comunidades aisladas, ¿zonas periurbanas?, ¿subsidios a la inversión, también a la operación?… La lista de cuestiones era interminable, lo mismo que las discusiones en las salas de reuniones de Unión-Fenosa.

De aquellos años quiero recordar el primer Seminario de Acceso a la Energía, en la sede de la CNE, que permitió dar forma a muchas de las ideas sobre cómo llevar energía a los más pobres y ponerse en contacto con algunos reguladores iberoamericanos. Así nació un gran y exitoso proyecto de asesoría y construcción de bases regulatorias para los más desfavorecidos en Guatemala: el proyecto REGEZRA. Una iniciativa que respondía a un pequeño pero muy alentador sueño: conseguir influir en las autoridades de otros países para que la llegada de la energía a todos, especialmente la eléctrica, fuera impulsada decididamente y liberada de los corsés que la visión ultraliberal vigente entonces había impuesto en la reforma de los sistemas eléctricos de todo el mundo, y especialmente de Iberoamérica. Mi trabajo como voluntario en años posteriores continuó en el Área de Estudios, de la mano de Lucila Izquierdo. Hubo resultados muy interesantes y valiosos en torno a las cuestiones que más preocupan en aquel momento, hablo de finales de los años 2000, como las alianzas público-privadas, los comentarios a los Planes de Cooperación, las charlas y mesas redondas en la Universidad, etc. La gran liada llegó en 2020, recién jubilado, al principio de la pandemia. Jesús Abadía me propuso ocuparme de la Comunicación de Esf y poco después del Área de Estrategia, que fueron integradas de manera conjunta. Desde entonces mi dedicación a Esf ha sido más intensa, agradecida y creo que fructífera.

Pero me interesa, sobre todo, dedicar unas líneas a lo que, a mi entender, han sido mis mayores satisfacciones y gratificaciones en Energía sin fronteras. La vocación de lo social, de ayudar a los demás, en definitiva, siempre ha sido parte de mi ideario. Y siempre he pensado que se podía hacer desde un plano “civil”, fuera del ámbito de la política o de las grandes instituciones que se dedican a ello, demasiado jerarquizadas y donde los afanes personales son difíciles de convertirse en acciones concretas. Desde hacía algún tiempo me interesaba un grupo pequeño, activo y muy participativo. Lo que ahora se llama una aproximación “bottom-up”. Energía sin fronteras es eso, con la ventaja de que mis posibles conocimientos se pueden aprovechar mejor. Aunque por mis cometidos en la organización estoy frecuentemente alejado de los beneficiarios, no por ello dejo de sentirme orgulloso con cada proyecto que se pone en marcha, con cada reconocimiento que recibe la Fundación, con cada nuevo voluntario que se entusiasma con nuestros objetivos. Y creo que, cada día más, se pueden contar estos logros. La otra gratificación que recibo desde hace mucho tiempo es lo que me gusta denominar la familia Esf. No hay mayor satisfacción que saber que perteneces a un grupo, que estás adscrito a él de manera voluntaria, y que compartes espontáneamente sus valores y la amistad y el afecto de sus componentes.

Aunque suene cursi, debo repetir que estoy orgulloso de ser un miembro de Esf, de poder participar activamente en su marcha y de disfrutar de ello con todos los que compartimos sus objetivos. Tenemos Esf para rato… y con mucho por hacer todavía.