Con este título se mantuvo el pasado 14 de abril una nueva tertulia con Chema Arraiza, planteada como continuación a la celebrada de forma presencial el 12 de febrero. Chema ha pasado las dos últimas décadas trabajando en asuntos de conflicto y etnicidad, como cooperante y como investigador. Ha trabajado para Naciones Unidas en zonas de conflicto, en Kosovo, en Timor Este, y en las actividades de derechos humanos de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE). Entre 2015 y 2019, lideró el departamento de Información, Asesoramiento y Asistencia Legal (ICLA) del Consejo de Refugiados Noruego (NRC) en Myanmar.
El objetivo de la charla fue reflexionar sobre algunas cuestiones necesarias para evolucionar hacia un enfoque de DDHH en la programación y los proyectos de Esf, atendiendo al propósito estratégico de alinear nuestra actividad con los ODS.
Según Chema, el desarrollo debe fundamentarse en principios de derechos humanos (DDHH) y respetar sus normas. Un enfoque de DDHH en el desarrollo debe reconocer a la persona como el sujeto central, participante, activo, propietario, director y beneficiario del desarrollo. Así lo hace la AGENDA 2030. Considerar el desarrollo como derecho supone un cambio de chip: pasar de satisfacer necesidades básicas a expandir libertades y mejorar capacidades.
Para la labor de Esf es relevante el Pacto de Derechos, Económicos, Sociales y Culturales de la ONU que establece el derecho de las personas a un nivel de vida digno que incluye la alimentación, el vestido y la vivienda adecuados, así como una mejora continua de sus condiciones de existencia. Naciones Unidas también reconoció en 2010 que el derecho al agua potable y al saneamiento en condiciones de disponibilidad, accesibilidad, calidad y asequibilidad, es un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los otros derechos humanos. Pero, a diferencia del derecho al agua, el derecho a la energía no ha tenido todavía un reconocimiento internacional tan explícito. Aunque el ODS 7 de la Agenda 2030 le ha dado un respaldo importante, la definición del acceso a la energía como derecho reforzaría su promoción.
En los proyectos de Esf, el enfoque de derechos debería estar incorporado en todas las etapas de su ciclo, con atención especial a cuestiones tales como la identificación y atención a los más vulnerables, la perspectiva de género, la participación y capacitación de las personas, la no discriminación y la prevención de conflictos o daños posibles.
Chema finalizó su intervención resaltando la oportunidad para Esf de “cambiar” el chip; el enfoque de DDHH en proyectos de energía es una idea innovadora, hay pocos estudios y experiencias en proyectos de desarrollo. El “derecho a la energía” carece del pedigrí institucional y la aceptación que tiene el “derecho al agua”, por ello es interesante explorar las sinergias entre uno y otro en términos de promoción de derechos humanos.
Durante el debate final de la tertulia se plantearon cuestiones como el pequeño tamaño de muchos de nuestros proyectos y la necesidad de encontrar programas de mayor envergadura y duración para lograr una mayor incidencia en la cuestión de los DDHH. Se insistió también en la necesidad de no pasar del empoderamiento al paternalismo y de marcar límites para evitar conflictos locales con nuestra actuación.
Como conclusión final se destacó que no hay que desproporcionar el tema; solo se trata de adoptar una manera nueva de enfocar programas y proyectos.