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¡El retrete es importante!

                                                                                                 Por José Luis Trimiño

Hablamos poco de los retretes. Por un lado, porque lo consideramos algo sucio; da vergüenza. Por otro, ¿para qué? Todos tenemos un retrete -o más- en nuestra casa y, cuando estamos en otro sitio, casi siempre también hay uno muy accesible. No es algo por lo que valga la pena preocuparse. Pero hay 3.600 millones de personas que no tienen un retrete seguro. Eso supone suciedad, peligros y falta de dignidad. Y casi 500 millones de personas hacen sus necesidades al aire libre.

Cuando hay personas sin retrete, eso no solo afecta a su salud, sino a la de todos. El saneamiento inadecuado contamina fuentes de agua de beber, ríos, aguas subterráneas, playas y cultivos, extendiendo enfermedades. El problema es más grave cuanto mayor es el número de personas que carecen de retrete. 2.000 millones de personas beben agua de fuentes contaminadas por heces. Cada día, 800 niños y niñas de menos de 5 años mueren de diarreas ligadas a deficiencias en agua, saneamiento o higiene. Para las mujeres y las niñas, el retrete supone una protección importante, no solo de su salud, sino también de su seguridad y su dignidad. Más aún durante la menstruación y el embarazo.

Además, el saneamiento es rentable. 1 € invertido en saneamiento básico permite ganar hasta 5 € entre ahorros en costes de salud y en aumento de producción. Y la cadena de valor del saneamiento genera empleo. La existencia de retretes favorece la economía circular. Se integran en un sistema, que puede controlarse, de recogida, transporte, tratamiento, procesamiento y reutilización de las heces humanas.

Por eso, la meta 6.2 del ODS 6 es “Lograr el acceso a servicios de saneamiento e higiene adecuados y equitativos para todos y poner fin a la defecación al aire libre, prestando especial atención a las necesidades de las mujeres y las niñas y las personas en situaciones de vulnerabilidad”. Falta mucho.