“Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar…”. ¿Os acordáis de los versos? Algo de esto hay en Long Island, una novela de sentimientos y de discurrir más o menos cotidiano en donde su protagonista intenta recuperar una vida pasada, en suspenso tras veinte años, y a caballo entre Estados Unidos e Irlanda.
El autor de Long Island, Colm Toíbín, retoma una historia novelada hace años en otra memorable novela, Brooklyn. Toíbín, irlandés, nos habla de una joven irlandesa que debe marchar a Nueva York en busca de una vida mejor desde una pequeña localidad de la costa este. Su marcha se enmarca en una cultura de la emigración motivada por una necesidad de mejora económica, impedida por un entorno social cerrado y sin movilidad social. No hay una situación de miseria; hay desesperanza ante un futuro estático y sin posibilidades. Una vida que afronta, ya en América, sin dramatismo, con ilusión contenida, los retos del día a día y que va recorriendo, poco a poco, las necesidades de adaptación a otra cultura, a las fases normales del desarrollo personal, relaciones laborales, noviazgo, formación de una familia y nuevos círculos sociales. Irlanda viene y va, y en una embestida de un nuevo personaje, se configura como una alternativa diferente, sentida y vivida por la protagonista. ¿Volver a ella?
Long Island retoma la continuidad en Nueva York desde un plano distinto. Nuestro personaje se ha arraigado en la ciudad, ha prosperado y se siente cómoda en su contexto. Ha conformado una familia que funciona dentro de las normas más o menos rígidas de un clan latino. Pero es un escenario frágil que se romperá y obligará a la protagonista a repensar su trayectoria y a revivir aspiraciones y emociones en antiguas esperanzas irlandesas. A partir de aquí no conviene adelantar situaciones. Merece la pena leerlas en la novela.
Toíbín hace un maravilloso ejercicio de escritura en este texto. Vuelve de nuevo la novela de personaje, con todas sus facetas, perspectivas y contradicciones, en definitiva, su humanidad. Podemos imaginar las reacciones de Eylis, la protagonista, en otros entornos y situaciones distintas de las noveladas. Y todo ello mediante una descripción de sus emociones y sentimientos tan certera como sencilla. Esta aproximación personal está arropada por la creación y descripción de los entornos en donde transcurre de una manera magistral. Podemos ver una Irlanda sesentera pacata, provinciana y de rígida moralidad en donde el “qué dirán” y el cotilleo constriñe todos los aspectos y actitudes en la vida ordinaria. Alternativamente, la brillante vida americana tiene también sus normas, más abiertas, pero tremendamente condicionadas por normas de comportamiento tradicionales de los clanes raciales que la conforman: italianos, judíos, negros, irlandeses…
Conclusión: léase Long Island y, si es posible, léase primero Brooklyn. Buena literatura de la de siempre, con emoción y un relato directo, emotivo…, sencillo. Como una buena copa de licor después de una buena comida.
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