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           Por Alberto Carbajo

El agua es un recurso finito esencial y es un eje absolutamente central para el desarrollo económico, la salud y el bienestar de los habitantes del mundo. Hay que recordar que un 97% de ella es salada, y el 99% del agua dulce se encuentra en el subsuelo. Por lo tanto, el agua dulce superficial y de fácil acceso representa sólo el 0,03% del total de los recursos hídricos en la Tierra.

El agua está considerada como uno de los ODS, concretamente el 6º: Agua limpia y saneamiento, dada la importancia que tiene la disponibilidad de agua para la alimentación y la agricultura así como el saneamiento para la prevención de enfermedades. Cada dos minutos muere un niño por enfermedades relacionadas con la falta de agua. Sin embargo, la realidad actual es que cerca de 2.000 Mill. de personas no tienen acceso a agua segura y limpia y 3.600 Mill. de personas no tienen acceso mejorado al saneamiento.

Los factores que gravitan sobre los problemas de agua son fundamentalmente dos: los derivados de la demanda y el cambio climático. Pero, además, la geopolítica del agua va a ser un factor determinante en buena parte de lo que ocurra en las relaciones internacionales en el futuro inmediato. Si al mundo le quedara una nueva contienda global, sería porque las necesidades del líquido elemento así lo imponen. Más teniendo en cuenta que, como consecuencia de la paulatina desaparición de los glaciares debido al cambio climático, los caudales de los ríos que tienen su nacimiento en los mismos se irán reduciendo significativamente en los próximos años, algo que ya se está notando localmente desde hace ya algunos años.

Otros factores importantes son los conflictos bélicos y la violencia que tienen como consecuencia los desplazamientos y migraciones a zonas más tranquilas; estos contingentes de gente desplazada modifican sustancialmente las demandas de agua y de saneamiento. También, los desastres naturales y fenómenos meteorológicos extremos, en algunos casos relacionados con el cambio climático, se han convertido en una causa cada vez más habitual del desplazamiento forzado agravados por la existencia de conflictos armados. La sequía ha sido el desastre natural que más estragos ha causado en la última década que ha convertido las habitualmente áridas condiciones climáticas en otras mucho más extremas, generando graves crisis humanitarias.

En relación con los ríos que transcurren a través de varios países, su posición geográfica es determinante para establecer ventajas: los que están situados en la cabecera de cuencas tienen la iniciativa para el control y la gestión de las aguas rio abajo. La actitud extendida de tomar decisiones unilaterales ha llevado a que la actividad en las presas aguas arriba haya sido el origen de algunas inundaciones o sequías aguas abajo, al no considerarse las aguas transfronterizas como unidad sin fronteras. Este es, en muchos casos, el origen de los conflictos entre países ribereños. Compartir intereses en la gestión de las aguas transfronterizas debería ser una prioridad para estos países, además de resultar crítico para el desarrollo socioeconómico y la estabilidad política regional.

Es obligado señalar el  nexo agua-alimentación-energía, y la evolución de la demanda que para los vértices de este nexo puede proyectarse en el futuro. Las estimaciones de aumento de la población (de unos 7.700 millones de habitantes a noviembre de 2018 hasta una proyección de 9.800 millones para 2050) resultan en incrementos muy considerables para la demanda de agua, alimentación y energía. Según informes de la FAO, hoy en día 2.300 millones de personas, casi un 30% de la población mundial, están en el límite de una situación de inseguridad alimentaria moderada o grave. De éstas, 924 millones de personas se encuentra en niveles graves y viven, principalmente, en países de África, Asia y de América Latina y el Caribe.

La ONU advierte que, para el año 2050, la demanda mundial de agua dulce crecerá en más del 40% y factores como el cambio climático y una mala gestión del recurso intensificarán las disputas por el agua. De no revertirse la tendencia, por lo menos una cuarta parte de la población mundial vivirá en países con una “falta crónica o recurrente” de agua potable. La demanda mundial de agua dulce superará a la oferta en un 40% en 2030. Se puede consumir hasta 4000 Km3 de agua dulce al año sin dañar el planeta, pero en 2030 consumiremos 6900 Km3.

El suministro de agua y la pobreza están directamente relacionados. Sin agua no existe desarrollo y, además, el agua es objeto de las mayores desigualdades. Hay zonas donde los estratos de población más ricos consumen 50 veces más agua que los más pobres. Por último, es necesario señalar que la crisis del agua se explica por el mal uso y su exceso, ello tiene que ver con las personas y su comportamiento, por la contaminación y por la alteración del ciclo hidrogeológico global.

El futuro de la gestión de los recursos hídricos pasa indefectiblemente por un uso más racional, eficiente, más equitativo y más respetuoso con el medio ambiente, en el que se sitúe una nueva y mejor gobernanza como pivote del modelo. No parece existir una solución única para paliar la escasez de agua. El futuro pasa necesariamente por una mayor eficiencia y por la reutilización.

Para alcanzar un futuro sostenible en la gestión del agua será necesario fomentar una cultura de uso responsable del agua en todos los ámbitos: agrícola, industrial y doméstico. Este uso responsable del agua implica la implantación de procesos agrícolas más eficientes en cuanto al consumo de este recurso y la adaptación de los cultivos a las características hídricas de cada zona. Los procesos industriales también deberán modificarse e incluir las tecnologías que permitan disminuir la cantidad de agua y energía consumidas, y minimizar la generación de agua contaminada. El consumo doméstico de agua igualmente debe adaptarse a las condiciones actuales modificando, por ejemplo, nuestros hábitos alimentarios (consumo de alimentos que requieran menos agua para su producción) y reduciendo la cantidad de agua empleada en todas las actividades domésticas.