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Los retos de financiar el acceso universal a la energía

                                                                                                    

En un editorial anterior se comentó que el ritmo actual de electrificación en el mundo no parece garantizar el acceso universal a esta forma de energía para el año 2030. Por el contrario, hay señales de que las personas sin acceso han aumentado en 2022, rompiendo una tendencia de décadas. Las razones parecen de diversa naturaleza, pero dominadas por las consecuencias de la crisis del COVID y la crisis económica tras la guerra en Ucrania que han llevado a emplear en otras cuestiones parte de los flujos financieros dedicados anteriormente a este fin.

Un aspecto esperanzador en este panorama es que, según los modelos y escenarios más consensuados por las agencias internacionales, el 50 % del objetivo de alcanzar en 2050 la meta 7.1 del ODS 7, esto es el pleno acceso, se realizará mediante soluciones off-grid, como son las miniredes o los sistemas individuales aislados. Este camino, muy en línea con los esfuerzos de Esf, tiene como ventaja unas menores necesidades de inversión, lo que para los países más pobres puede suponer, en principio, un camino más fácil.

La opinión de los expertos es que, para cerrar la brecha en el acceso universal en 2030, la electrificación off-grid con soluciones renovables debe ser escalada rápidamente mediante políticas específicas y sistemas financieros robustos. Se estima que la consecución del AUE a la electricidad en 2030, bajo un escenario de emisiones cero en 2050, requeriría una inversión anual de 30.000 millones de dólares. La realidad es que en 2019 se invirtieron solo unos 10.000 millones. Pero hay algo ligado muy intensamente a las disponibilidades financieras: en el conjunto de países subsaharianos, en los que la posibilidad de acceso a la electricidad en el horizonte 2030 es más incierta, un 40% de ellos no tienen planes oficiales de electrificación o no hacen un seguimiento periódico de los mismos. Conseguir financiación en estas condiciones es siempre más difícil y la realidad demuestra que este reto coincide generalmente con los países que necesitan desarrollar el acceso lo más rápidamente posible. El apoyo internacional es básico en las actuales condiciones económicas con la opción de préstamos blandos como alternativa viable para reducir los riesgos percibidos por la inversión privada. Por el contrario, es preciso que los gobiernos pongan en marcha planes robustos de electrificación y destinen capital para acceder a los distintos proyectos. En este sentido, se observa globalmente un incremento en la financiación pública interna que está ayudando a movilizar más financiación privada. La financiación pública debe apoyar también algo muy importante: el desarrollo de entornos que faciliten el acceso mediante inversiones en formación, creación de capacidades y uniones con el mercado que proporcionen usos productivos de la electricidad.

En última instancia, según el Banco Mundial, el acceso a la energía debe mirar más allá del acceso básico a la electricidad y buscar el uso creciente de los servicios energéticos que puedan alimentar la prosperidad socioeconómica y el bienestar.