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Mi experiencia en Esf     

                

 

 

 

Por Hernán Cortés Soria

Voluntario de Energía sin fronteras

Conocí Energía sin fronteras de la mano de José María Arraiza allá por el año 2005, ya que teníamos amistad a través de un amigo común. Luego, ya como responsable de Sostenibilidad de Endesa, mantuve algunas reuniones con José María y con Lucila por si Endesa deseaba involucrarse en alguno de sus proyectos. Pero no fue hasta 2015 cuando, a través de mi hermano Rafael, entro de lleno a formar parte de esta maravillosa organización.

Nada más llegar fui reclamado por un Javier Alaminos, ávido de tener voluntarios y colaboradores para desarrollar proyectos en Latinoamérica, y me pusieron al frente de un nuevo modelo de gestión de proyectos que fueran autofinanciables y replicables.

Y así nació Corylus, como proyecto que buscaba reducir la pobreza energética y mejorar las condiciones de vida de familias indígenas hondureñas muy pobres y marginadas. Una curiosidad, el nombre de Corylus vino en honor a José María y algunos miembros de la organización que se reunían periódicamente en el jardín de su casa a la sombra de un avellano. Eran conocidas como ‘las reuniones en la sombra’. Tuve el honor de ser invitado a una de estas reuniones para plantearme el proyecto y, al fijarme en el árbol que nos daba sombra, comenté: ¿sabéis que estamos bajo un avellano cuyo nombre científico es Corylus avellana? Allí nació el proyecto y en su honor le pusimos ese nombre.

Luego la vida me propuso que parara mi actividad y para ello me obsequió con un Síndrome Guillain-Barré, una enfermedad dura en la que tu propio sistema inmune se vuelve contra ti y te destruye el sistema nervioso periférico, dejándote con un cerebro sano en un cuerpo que no responde. Es una enfermedad cruel porque, entre otras cosas, partes de cero. Eres un ser inerte que no puedes moverte, ni hablar, ni realizar ninguna función, por lo que debes aprender a hacer las cosas que llevabas haciendo desde que naciste. Necesitas aprender a respirar, a tragar, a comer, a hablar, a ponerte de pie o a caminar. Todo lo que antes hacías de forma natural ahora tienes que aprender a hacerlo. Y todo muy despacio. Y eso es frustrante. Pero nunca perdí la fe. Nunca me rendí y desde el minuto uno que fui consciente de lo que me pasaba, luché por recuperarme.

Pero no os creáis que soy un superhombre, ni nada parecido. Sólo soy una persona que tenía dos caminos para elegir ante una situación tan extrema, rendirme y dejarme llevar o agarrarme firmemente a la vida, porque es digna de ser vivida, máxime si tienes la suerte de contar con un equipo médico y sanitario excepcional y están a tu lado sin desfallecer las personas que más quieres. Y eso es lo que te enseña la vida, que hay muchas personas en el mundo que no tienen la misma suerte que he tenido yo. Por eso es tan importante aquello que podamos hacer cada uno de nosotros para ayudar a los demás.

Por cierto, esta experiencia de vida la he publicado en un libro, cuyo enlace os adjunto, (https://amzn.eu/d/5zJkjZ8) por si alguno quiere colaborar en el proyecto de investigación que sobre esta enfermedad se está llevando a cabo en el Hospital Nacional de Parapléjicos y cuya recaudación por su venta irá íntegramente destinada a este proyecto.

Hoy estoy muy recuperado y he vuelto a Energía sin fronteras con más ganas que nunca, con la intención de participar en muchos proyectos y ayudar a esta organización, en la medida que pueda, a hacerla aún más grande.