Está demostrado que la COVID19 ha incrementado las desigualdades entre hombres y mujeres, afectando principalmente a mujeres y niñas, en especial, mujeres migrantes, discapacitadas y trabajadoras. La mujer trabaja en sectores especialmente afectados por la COVID19, como el comercio minorista, la hostelería y la sanidad. El impacto en el trabajo de las mujeres es desproporcionado: los trabajos de las mujeres tienen 1,8 veces más posibilidades de ser eliminados que los trabajos ocupados por hombres. La seguridad económica de las mujeres sufre más que la de los hombres en brotes de enfermedad, y su recuperación al nivel anterior de ocupación laboral es más lenta.
Por otro lado, la respuesta de los gobiernos frente a la COVID19 no está prestando la atención suficiente a las necesidades específicas de las mujeres; éstas solo representan el 10% de las medidas para la protección social y el mercado laboral, y solo un 8% de las medidas totales se dirigen directamente a cuidados no remunerados. Los estados deberían corregir esta situación para crear una menor desigualdad a la salida de la crisis
Pero hay una lección aprendida en esta pandemia, y es el valor de los trabajos informales que son los que engrasan las ruedas de la economía ¿surgirá un discurso diferente y se aplicarán políticas diferentes tras el reconocimiento social de estos empleos informales?
La COVID-19 ha incrementado las desigualdades entre mujeres y hombres
“Addressing gendered and other inequalities will be central to COVID-19 recovery”. Este es el título de un artículo de Alice Sverdlik, investigadora del International Institute for Environment and Development (IIED), publicado en septiembre.
En las últimas lecciones aprendidas de la pandemia vemos las consecuencias que la Covid-19 ha tenido en la desigualdad de género. Lamentablemente, el Covid-19 ha magnificado las desigualdades entre hombres y mujeres, afectando principalmente a mujeres y niñas. Debido a la situación actual, encontramos datos como que 47 millones de mujeres más vivirán en pobreza en 2021, y esto se debe en gran parte a la crisis económica que acompaña al Covid-19.
La carga de mujeres y niñas es diferente según sus contextos sociales, que a menudo vienen acompañados de distintos obstáculos. Particularmente, son los grupos de mujeres migrantes, con discapacidades, trabajadoras y niños y niñas los que se ven más afectados por estas consecuencias de la pandemia.
Hay impactos a corto y largo plazo. En todo el mundo, los encierros se asociaron con pruebas alarmantes de un aumento de la violencia contra las mujeres y niñas. Mujeres migrantes luchan todavía por acceder a refugios y servicios de atención de la salud materna, lo que a largo plazo se traduce en partos inseguros y niñas que abandonan antes las escuelas.
Con la llegada de la pandemia se ha reducido también el número de empleos, empujando a mujeres y hombres del sur global a trabajar en la economía informal. Aunque el peso de estos trabajos informales y precarios recae más sobre la mujer. Ésta trabaja en sectores especialmente afectados por el Covid-19, como el comercio minorista, la hostelería y la sanidad. Además, como consecuencia, en la mujer ha caído el peso de la limpieza y atención de enfermos o niños. El uso de energías sucias para estos cuidados contribuye a la aparición de enfermedades que dificultan el cuidado.
En medio de estos desafíos reconocemos la capacidad de acción de mujeres de todo el mundo y su forma de abordar las desventajas. Muchas son las organizaciones que están ayudando a promover la recuperación del Covid-19 desde una perspectiva de protección social sensible al género y la edad. Otra de las prioridades es la seguridad alimentaria, el acceso a agua y energía, la atención médica universal y combatir la violencia contra las mujeres.
Por Estela Garoz 30 de octubre de 2020
Cómo afectan a las mujeres las medidas contra la COVID-19
Resumen de “Global Gender Response Tracker assesses COVID-19 measures for women”, publicado en UN Women el 28 de septiembre de 2020
El artículo, escrito por Silke Staab, Constanza Tabbush y Laura Turquet, todas ellas expertas de ONU Mujeres, presenta algunos datos ilustrativos obtenidos con el nuevo “COVID-19 Global Gender Response Tracker” (Rastreador de respuesta de género a la COVID-19), herramienta promovida por ONU Mujeres y el PNUD para evaluar cómo la respuesta de los gobiernos frente a la pandemia de la COVID-19 atiende realmente las necesidades de las mujeres. La herramienta contempla más de 2.500 políticas y medidas tomadas con respecto a violencia contra mujeres y niñas, seguridad económica de las mujeres y cuidados no remunerados, en 206 países.
En este sentido, de las medidas tomadas para protección social y el mercado laboral, solo el 10% son específicas de fortalecimiento de la seguridad económica de las mujeres y el 8% se dirigen directamente a cuidados no remunerados. Algunas de estas medidas son ayudas por embarazo y por hijos, promoción de emprendedoras, apertura de guarderías durante el confinamiento o ayudas a progenitores afectados por enfermedad de sus hijos y cuarentenas en sus colegios.
Con respecto a violencia contra mujeres y niñas, que ha aumentado exponencialmente durante la pandemia, 135 países han intensificado las medidas existentes, principalmente fortaleciendo servicios como las líneas de ayuda y el acceso a refugios, además de asegurar la continuidad del trabajo de los tribunales en violencia de género. Sin embargo, queda mucho por hacer para garantizar que las medidas se basen en datos sobre violencia y sean parte integral de los planes de respuesta a la COVID-19.
En definitiva, siendo conocedores de los graves impactos de la pandemia específicamente en mujeres y niñas, los gobiernos deben adoptar políticas integrales y medidas, que solo serán eficaces si cuentan con financiación y se mantienen en el tiempo, debiendo contar con la involucración de mujeres en la toma de decisiones. Así, la crisis de la COVID-19 podría convertirse en una oportunidad para transformar los modelos existentes para que prioricen la justicia social y la igualdad de género.
Por María José Olivar 26 de octubre de 2020
Después de que las mujeres de bajos ingresos pierdan sus trabajos en la economía de COVID 19, ¿Qué les pasa?
El artículo “After low-income women lose their jobs in the COVID-19 economy, what happens to them?”, publicado en el boletín “The Optimist”, de la Fundación Gates, se plantea esta pregunta.
Antes de que hubiera casos de COVID-19, en muchos países ya se había despedido a muchas mujeres de los sectores de la industria textil por el descenso en el mercado. En concreto, el efecto en el trabajo de las mujeres es desproporcionado: los trabajos de las mujeres tienen 1,8 veces más posibilidades de ser eliminados que los trabajos ocupados por hombres.
Las mujeres que se enfrentan a pérdidas económicas tienen menos planes B que los hombres.
Los trabajos de las mujeres tienden a tener menos amortiguadores institucionales frente al riesgo, como los riesgos para la salud, los riesgos de seguridad y los riesgos del mercado. Además, los márgenes de ganancia son extremadamente reducidos.
En India el 94 % de las trabajadoras lo hacen en el sector informal. La COVID-19 ha generado más precariedad laboral en términos de salud (son vendedores ambulantes que operan en grandes espacios donde es más fácil contagiarse) como de economía (se han cerrado los mercados, lo que provoca falta de ingresos y falta de alimentos para millones de personas que dependen de esta opción de bajo coste).
Las mujeres han enfrentado desventajas económicas durante mucho tiempo: las mujeres tienen menos accesos al crédito, además se enfrentan al sexismo, discriminación y a nociones fijas de roles de género. Con el teletrabajo y los niños en casa, la responsabilidad de su cuidado ha recaído de manera desproporcionada en las mujeres.
Las mujeres representan el 42 % de la fuerza laboral, pero el 57 % de los despidos de junio fueron de mujeres. La seguridad económica de las mujeres sufre más que la de los hombres en brotes de enfermedad y su recuperación al nivel anterior de ocupación laboral es más lenta.
Se han brindado diversas formas de apoyo a las familias y empresas pero pocas han considerado el efecto desproporcionado de la pandemia en las mujeres.
Los gobiernos deben proporcionar un plan para que se vuelvan a crear vínculos que permitan tanto la generación de ingresos como la salida al mercado de productos (ejemplo de Vegetables on Wheels), que los estados intenten crear demanda donde el mercado se ha secado debido a la COVID-19. Otro ejemplo es el Esquema Nacional de Garantía de Empleo Rural (NREGS), que es una oportunidad popular para los trabajadores migrantes que han regresado a sus hogares tras perder su trabajo en las ciudades.
Hay otra lección aprendida y es lo valioso de los trabajos informales que son los que “engrasan las ruedas de la economía”. Los vendedores ambulantes alimentan a millones, los trabajadores domésticos permiten que sus empleadores puedan ir a trabajar, los recicladores clasifican los materiales reciclables… La cuestión es: ¿surgirá un discurso diferente y se aplicarán políticas diferentes tras el reconocimiento de estos empleos informales en los últimos meses?
Por Carolina Carín 30 de octubre de 2020