El impacto previsto por la COVID 19 ha sido amplificado por otras crisis sociales y económicas, especialmente la crisis climática y la guerra de Ucrania, produciendo cambios tan significativos que nos obligan a vernos en un contexto amplio, con retos sociales cada vez más complejos, globales y rápidamente cambiantes.
De entre los muchos desafíos que podrían identificarse actualmente son especialmente relevantes el aumento de las desigualdades y los retrocesos en los ODS, los cambios acelerados en el sistema social con nuevas relaciones de poder, una menor confianza en las instituciones, que puede afectar a la propia Agenda 2030, una mayor sensibilización a la emergencia climática, la aceleración de la revolución tecnológica en su vertiente de digitalización y, por último, un mundo fracturado y más polarizado. Los retos provocados por estos cambios para las ONG no han variado mucho respecto a la situación precovid; sin embargo, algunos son ahora más complejos y la velocidad con que afectan al contexto global genera una gran incertidumbre. En este escenario, la ayuda al desarrollo continúa siendo Imprescindible y las entidades sociales siguen siendo un elemento esencial para actuar y movilizar a otros, de forma colaborativa, en apoyo y representación de los más vulnerables. Generalmente, las entidades sociales tienen claro lo que deben hacer, pero ¿cómo hacerlo?
Inevitablemente, la pregunta hay que dirigirla hacia nuestra organización. Ninguno de los cambios en el entorno o contexto social justifica cambiar nuestra visión. Frente a una posición que propugna que las ONGD deben realizar prioritariamente acciones asistenciales, se posiciona otra que pretende que la labor de estas organizaciones es promover cambios sistémicos. Esf defiende que sus proyectos pueden ser considerados como asistenciales pero, aun sin pretender provocar cambios sistémicos en las sociedades por la enorme dificultad que ello representa, no renuncia a intentar conseguir algún cambio de mejora o empoderamiento local en las zonas donde actúa.
En la forma de trabajar, las alianzas siguen siendo una fórmula imprescindible. Ahora sabemos un poco más de la dificultad de estructurarlas y mantenerlas de forma eficaz. Es el momento de poner en valor este aprendizaje. Por otra parte, el aislamiento provocado por la pandemia nos obligó a trabajar “on line”, sin el contacto físico. En muchos sentidos, ha sido un paso muy positivo en la eficacia de nuestra forma de comunicarnos y hacer las cosas, pero no ha ayudado a mantener la motivación y enganche del voluntariado y de los Amigos con la organización. Hay que revisar esto y tomar acciones que mejoren la comunicación entre el voluntariado, que pongan en conocimiento la eficacia de Esf y que trabajen para mejorar su gestión y motivación, y su integración en la organización.
Tres años después de la COVID, Esf está en buena forma, pero debe sacar más músculo. La pandemia no ha afectado a la fortaleza y el trabajo de la organización aunque, como se ha indicado, algunos aspectos han podido perder cohesión. El año 2023 que comienza es una buena oportunidad para recuperarla y crecer en el alcance y profundidad de nuestra labor. Todos estamos implicados en ello.
(Español) Somos una ONGD de personas voluntarias comprometidas con el bienestar de los más vulnerables, una plataforma de la sociedad civil que quiere trabajar por el desarrollo de los más desfavorecidos y alejados, mediante su experiencia y capacidad de acción en el acceso a la energía.
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