Un libro muy recomendable, firmado por Felipe Fernández-Armesto y Manuel Lucena Giraldo, que aborda una parte tan importante como desconocida de la implicación española en el desarrollo americano. Un estudio indispensable para conocer cómo la técnica contribuyó a facilitar las comunicaciones, la salubridad y la defensa en el vasto territorio de ultramar durante más de trescientos años.
La colonización española de América duró tres siglos. Fue un ambicioso plan que combinó ideales y objetivos de toda índole, desde la extensión territorial, hasta la evangelización de los habitantes de las nuevas tierras, pasando por motivos mercantiles, económicos, de simple enriquecimiento, o por el deseo de gloria histórica de aventureros y descubridores de nuevos enclaves. Desde el principio, el Imperio quiso consolidarse mediante el adentramiento en un enorme territorio que necesitaba ser administrado por una metrópoli distante. Extensas superficies, extensas fronteras. El Imperio forjó un sistema de administración en América y en Filipinas que trató de reproducir el existente en la Península con encomiable éxito, pero que necesitaba ser adaptado a las necesidades que imponía su magnitud. En este empeño era crucial articular los dominios y proveer estructuras a las nuevas implantaciones, ciudades y puntos defensivos.
Esta labor fue acometida pronto y diligentemente por una multitud de ingenieros, “teóricos, artistas, soldados y ejercientes”, léase, matemáticos, cosmógrafos, artífices, arquitectos, ingenieros militares y niveladores, maquinarios, relojeros, cerrajeros, carpinteros, constructores, fundidores y mineros. La ingeniería aportó caminos, puertos, puentes, sistemas de acometida de agua, nuevas máquinas y fortificaciones militares. España destinó a estas tareas ingenieros de todos sus confines europeos que combinaron los conocimientos occidentales yuxtaponiéndolos en muchas ocasiones a lo ya existente, para conseguir una síntesis pragmática e innovadora. El resultado fue una ingente lista de proyectos de infraestructuras y obras públicas que contribuyeron a la gobernación del territorio americano y filipino y a la mejora de las condiciones de vida de sus habitantes.
Felipe Fernández-Armesto y Manuel Lucena Giraldo explican y analizan pormenorizadamente el papel y realizaciones de los ingenieros al servicio de la Corona en el Imperio español, claves para lograr la mejora económica y la articulación social y cultural, en “Un Imperio de Ingenieros” (Taunus Editorial). Según los autores, historiador británico el primero e historiador del CSIC el segundo, “no fue un logro menor mantener un imperio tan vasto y diverso tanto tiempo en las circunstancias tan poco favorables de la primera globalización”. La tecnología y la ingeniería se desarrollaron y se adaptaron a un entorno completamente diferente de donde se habían originado y tuvieron que salvar las dificultades impuestas por un contexto social, cultural, geográfico nuevo y, con frecuencia, desconocido.
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